Volcán Iztaccíhuatl
El Iztaccíhuatl, es un volcán que hoy en día se halla inactivo ubicado en la frontera del Estado de México y Puebla en la región del centro del país. Se encuentra a una distancia aproximada de 15 kilómetros al norte de otro de los volcanes más importantes de México, Popocatépetl, y más o menos 75 km. De la Ciudad de México. Su altura es de 5230 metros sobre el nivel del mar.
El nombre de Iztaccíhuatl proviene de la lengua náhuatl y significa «mujer blanca»; es un volcán que cuenta con 3 cimas, aunque no cuenta con ningún cráter actualmente, pues como mencionamos, se trata de un volcán inactivo.
Como se ve desde la capital del país, los picos suelen estar cubiertos de nieve, y en correspondencia con la leyenda mexica, su figura se asemeja a la de una mujer dormida, donde pueden apreciarse, en sus tres picos, la cabeza, el pecho, y los pies.
Cabe mencionar que la última vez que el volcán Iztaccíhuatl tuvo actividad fue en el año de 1868.
Como mencionamos anteriormente, el Iztaccíhuatl se ubica al norte del volcán Popocatépetl, y se conecta con el por el denominado Paso de Cortés (ya que en esta región atravesó el grupo de conquistadores españoles encabezados por Hernán Cortés). Y actualmente está rodeado por uno de los parques nacionales más importantes de México, cubierto, en su mayoría, por bosque de coníferas.
Leyenda del volcán Iztaccíhuatl. La mujer dormida
En la mitología Azteca, Iztaccíhuatl era una princesa que se había enamorado de uno de los guerreros que servían a su padre, el cual se llamaba Popocatépetl. No obstante, un día, el rey mandó a Popocatépetl a la guerra en los territorios de Oaxaca, y le prometió que podría casarse con Iztaccíhuatl una vez que regresara.
No obstante, otro guerrero, celoso del futuro de Iztaccíhuatl y Popocatépetl, le informó a la princesa que el valiente Popocatépetl había caído muerto en una batalla; por lo que la princesa, desesperada y sufriente, murió de dolor.
Cuando Popocatépetl volvió para casarse con su amada, se encontró con el cuerpo de la joven, por lo que se dice que lo tomó en brazos y lo llevó a las afueras de la ciudad, donde se arrodilló velando su cuerpo. Los dioses, en honor a ambos los cubrieron con nieve y los transformaron en los volcanes que hoy podemos observar.