Leyenda del sol y la luna (corta)
Se dice, en diversas leyendas de pueblos mesoamericanos, que antes de que existiera el mundo tal y cómo lo conocemos, con sus ríos y montañas, mares y bosques; los dioses se reunieron para discutir sobre la creación, y preguntaron:
-¿Quién será el encargado de dar luz al mundo?
Tecuciztécatl, un dios orgulloso y arrogante, respondió:
-Yo puedo encargarme de entregar la luz al mundo.
Pero además de Tecuciztécatl, los dioses querían a alguien más que cumpliera con el trabajo, aunque nadie se ofrecía para cumplir con aquella tarea. Así, los dioses seleccionaron a Nanahuatzin, un dios al que nadie quería, humilde y callado; a lo que Nanahuatzin asintió.
Posteriormente, ambos dioses, Tecuciztécatl y Nanahuatzin comenzaron a realizar penitencia para encontrarse listos para el ritual. Después de un tiempo, los dioses se volvieron a reunir, esta vez alrededor de una hoguera, en donde también se encontraban los dos dioses que encargados de dar luz al mundo.
Los dioses le dijeron a Tecuciztécatl:
-¡Entra al fuego, dios!, ¡Ilumínate!-pero, lleno de temor, no logró arrogarse a la llama. Cuatro veces intentó entregarse al fuego de la hoguera, pero en ninguna pudo lograrlo.
Entonces los dioses dijeron:
-¡Ve tú, entonces, Nanahuatzin!, ¡entra la fuego!- y Nanahuatzin, leal, y cerrando los ojos, se arrojó a las llamas.
Tras esto, los dioses miraron y señalaron hacia el este, diciendo:
-Desde ese punto en el horizonte nacerá Nanahuatzin transformado en sol– Y así fue.
Y era tan brillante que nadie podía mirar directamente a Nanahuatzin, debido al fuerte brillo que despedía.
Viendo la valentía de Nanahuatzin, Tecuciztécatl se arrojó al fuego, pero él ya no sería tan grande y brillante como su hermano dios. Así, Tecuciztécatl se convirtió en la luna. Desde entonces existe tanto el día, como la noche en el mundo.
Esta es la leyenda del sol y de la luna.