Leyenda del Charro Negro

Existen diversas versiones de la leyenda del Charro Negro en México, pero en esta ocasión te vamos a presentar la más conocida.

Leyenda del charro negro

En un pueblo del interior del país, a principios del siglo XIX, vivía una muchacha de nombre Adela, que era considerada, por mucho, como la joven más hermosa del pueblo y sus alrededores; sobresaliendo por sus grandes ojos color negro y su largo cabello del mismo color.

Ella lo sabía, y por eso solía comportarse como una muchacha coqueta; que no dudaba en dar falsas esperanzas a los hombres que la buscaban y que le entregaban obsequios con frecuencia, buscando su atención y cariño.

Esto no era muy bien visto por su familia, en especial por su madre; quien solía decirlo que dicho comportamiento no le iba a traer nada nuevo; no obstante, la joven no hacía caso de los consejos de su madre, y continuaba viviendo como una muchacha vanidosa, orgullosa y que gustaba de presumir sus atributos.

Se dice que, una noche, Adela abandonó su hogar a escondidas para poder verse con un pretendiente. Una vez en el camino de tierra, vio como un hombre montado en un caballo de color negro se aproximaba.

Cuando pudo verlo a la luz de la luna, se dio cuenta de que se trataba de un hombre bastante guapo, vestido como un charro, con pantalón, chaqueta y sombrero negro, así como con un par de espuelas de oro en sus talones. Apenas lo vio, la joven se enamoró de aquel desconocido y terminó por olvidarse completamente del pretendiente con le que había quedado de verse aquella noche.

El charro negro le preguntó que que hacía sola y de noche en aquel lugar, a lo que Adela respondió que se encontraba dando un paseo nocturno porque no podía dormir. Así, el charro la invitó a pasar un rato en su caballo y, emocionada, la muchacha respondió afirmativamente, y una vez arriba del corcel, se sintió como en una de esas historias románticas con que las jóvenes de su pueblo soñaban.

No obstante, esta sensación no duro mucho, porque segundos después el charro negro apretó las espuelas y el caballo echó a correr a toda velocidad; siendo que a cada zancada del animal aparecían marcas de fuego en el camino. Adela, asustada, gritó con todas sus fuerzas e intentó bajarse del caballo, pero el charro negro no la dejó.

Muchos pobladores, que habían despertado con los gritos de la joven, salían de sus casas; pero no podían hacer más que ver cómo se alejaba, atrapada por aquel espectro de color negro que se dirigía directo al infierno.

Se dice que nadie volvió a ver a Adela en el pueblo; aunque a pesar de que muchos observaron lo ocurrido, otros aseguraban que, en realidad, se había escapado con alguno de sus pretendientes.

Desde entonces, las muchachas del pueblo evitaban salir de noche y, sobre todo, hablar con extraños sospechosos; comportándose de manera recatada y humilde, evitando a toda costa pecar de orgullo y de vanidad.

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